La dieta mediterránea se caracteriza por un elevado consumo de verduras, hortalizas, legumbres, cereales de grano entero, frutas, frutos secos y una ingesta elevada de aceite de oliva (como la principal fuente de grasa en la dieta). También se caracteriza por un consumo moderado de pescado, de productos lácteos (con predominio de yogures y quesos), de un bajo consumo de carne y derivados cárnicos y de un consumo regular pero moderado de vino durante las comidas.
Hasta ahora todos los estudios sobre los beneficios de la dieta mediterránea se relacionaban con disminución de peso y riesgo cardiovascular. Recientemente se ha visto también que la dieta mediterránea, suplementada con aceite de oliva virgen extra y nueces, que contienen altas cantidades de ácido oleico y linolénico respectivamente, podría mejorar o al menos retrasar el deterioro cognitivo de los enfermos con Alzheimer.
La dieta japonesa se basa en arroz, muchas y muy variadas verduras, algas, pescado, soja y sus productos derivados, y alto consumo de té verde. Además se suele cocinar al vapor, a la plancha, hervida o sencillamente cruda, por tanto, los platos no son nada grasos. Además de tener un 25% menos de grasas que la “dieta occidental”, el beneficio con relación a la enfermedad de Alzheimer se debería a los ácidos grasos omega-3 y a los antioxidantes contenidos en las algas y el té verde.
Si bien es cierto que a lo largo de este año se han publicado varios estudios científicos de calidad evidenciando la disminución del riesgo de padecer enfermedad de Alzheimer o de disminuir la progresión de la misma asociada a la adherencia a las dietas mencionadas, hay que ser todavía cautos a la hora de afirmar tajantemente que cualquiera de las mismas prevengan el deterioro cognitivo.
Fuente: knowalzheimer.com
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