viernes, 1 de enero de 2016

Musicoterapia: música y canciones contra el alzhéimer y el olvido


 

A Patxi del Campo le gusta explicar lo que consigue con su trabajo recordando un momento vivido hace años con una paciente extremeña: "Una mujer que no hablaba, de la que no conocíamos la voz. Me dejaron una cinta con música del norte de África y, al escucharla con ella, empezó a dar palmas y seguir el ritmo, para mi gran sorpresa. Cuando terminó la primera cara, me preguntó si le podía dar la vuelta. Yo nunca había escuchado su voz. Cuando terminó la segunda cara, me empezó a contar que esa música era de cuando los moros se llevaron preso a su marido en la Guerra Civil. Había tenido una experiencia con ese sonido, había evocado una parte de su historia y la había traído al presente narrando. Ése es el trabajo de reminiscencia".
Del Campo es director del Insti­tuto Música, Arte y Proceso, especializado en terapias musicales con pacientes diagnosticados de alzhéimer, una disciplina complementaria al tratamiento farmacológico que obtiene resultados tan llamativos como el citado en personas que sufren importantes daños cognitivos y pérdida de memoria.
"Es una herramienta que ayuda a retrasar el deterioro, nunca hablamos de curar", precisa. "Una de las cosas básicas y bonitas es que los periodos de agitación de estos pacientes disminuyen. Escu­char música les produce ­segu­ridad, identidad, porque les recuerda lo que han vivido, escu­chado, bailado y habían perdido en la memoria. Luego intentamos socializar al paciente, para que se relacione con familiares y la gente con la que vive".
Las técnicas que se emplean en las sesiones de musicoterapia van desde la escucha de fondo o individual al canto terapéutico, llegando a poder jugar con instrumentos musicales. Suelen ser intervenciones en grupo, aunque teniendo muy en cuenta las necesidades de cada paciente.
Raquel Guerrero, musicoterapeuta de la clínica psicogeriátrica Josefina Arregui, en Alsasua (Navarra), destaca la sistematización del proceso. "El musicoterapeuta profesional, y no cualquier persona con conocimientos musicales u otro profesional sociosanitario, emplea la música y los elementos musicales –sonido, armonía, melodía, ritmo– de forma estructurada, para conseguir una serie de objetivos terapeúticos, en función de las necesidades físicas, emocionales, cognitivas y sociales de cada persona".

Un proceso abierto

También explica que las sesiones se modulan en función de la respuesta que despiertan. "No es un proceso cerrado, tiene que adaptarse a cada persona, a los cambios que van surgiendo, a sus capacidades y limitaciones, y aunque las sesiones tienen que tener una estructura que proporcione seguridad y estabilidad a la persona enferma, con señales contextuales al inicio y al final de las mismas, el desarrollo de la sesión tiene que adaptarse tanto al nivel de funcionamiento de la persona como al aquí y ahora, estando abierta a la creatividad y a lo que en cada sesión ellos aportan y traen musicalmente".
El primer paso para comenzar a tratar con música a pacientes con alzhéimer es conocer su historia sonora, "todas las músicas y sonidos que le han rodeado durante toda la vida, como el timbre de voz de sus familiares, por ejemplo, o en qué ambiente sonoro se ha movido", afirma Del Campo.
Con esa información, los especialistas actúan para intentar estimular la parte del cerebro a la que se puede acceder mediante la música, "para activar recuerdos, la motricidad, para que cante, aplauda y baile con nosotros, y facilitar las relaciones sociales con quien tiene alrededor, porque no es lo mismo cantar sola que con alguien, bailar ­sola que abrazada…".
Sin embargo, Guerrero también señala que la música actúa como puerta de acceso incluso en pacientes sin relación especial con ella. "Algunas veces las familias nos dicen que a su familiar no le ha gustado la música, que nunca le han oído cantar y mucho menos le han visto bailar, y llegan a las sesiones de musicoterapia, escuchan una canción conocida de sus años de juventud e inmediatamente su expresión cambia e incluso se arrancan a cantar o a mover las diferentes partes del cuerpo, a golpetear con los dedos la mesa siguiendo el ritmo, a silbar, a tararear".

Una vez que las sesiones han comenzado, el siguiente objetivo es la reminiscencia: conseguir traer al presente recuerdos del pasado y que la persona sitúe cuándo escuchó esa canción o dónde la bailaba. Después se trabaja la motricidad, para activar el cuerpo y adecuarlo a los ritmos de la música. Final­mente, se intenta socializar, que se relacione con su entorno más próximo. En el horizonte, mejorar la calidad de vida de los pacientes.

"Los objetivos generales –considera la especialista– son mantener y/o mejorar las capacidades cognitivas, perceptivas y físico-motrices, favorecer y/o incrementar la socialización, manteniendo y/o mejorando la comunicación, evitar la aparición de trastornos conductuales o reducir la intensidad y/o la gravedad de los mismos y expresar, transformar y canalizar sentimientos y emociones".

Una poderosa herramienta

El alzhéimer es el tipo de demencia más frecuente, siendo responsable del 60-70% de los casos. Según la Organización Mundial de la Salud, esta enfermedad afecta a unos 47,5 millones de personas en todo el mundo, y cada año se registran 7,7 millones de nuevos casos. Se calcula que entre un 5% y un 8% de la población general de 60 años o más sufrirá demencia en un determinado momento.
En las fases iniciales, el deterioro repercute en tareas complejas como el manejo de dinero, la preparación de comidas, el uso del teléfono o de medios de transporte. A medida que la demencia va avanzando, la pérdida de funciones cognitivas afecta a la realización de tareas básicas.
En su trabajo Musicoterapia en demencias: revisión bibliográfica y metodología de intervención, la terapeuta Esther García Valverde, trabajadora del Centro de Referencia Estatal de Atención al Alzhéimer (CRE), en Salamanca, considera que "los beneficios del tratamiento farmacológico para personas con demencia son evidentes, pero también limitados. No hay medicamentos que puedan curar al paciente con demencia. Por ello se requiere un abordaje terapéutico multidimensional, que integre estrategias no farmacológicas con finalidad terapéutica".
Ahí entran los tratamientos musicales, una "poderosa herramienta" que "permite a las personas con demencia acceder a sus emociones, o a los momentos pasados que sucedieron alrededor de una melodía. En la intervención clínica, a menudo encontramos pacientes que poseen grandes dificultades para reproducir o comprender el lenguaje verbal. Sin embargo, son capaces de cantar canciones, incluso de aprender otras nuevas", indica García Valverde.

Los primeros estudios sobre el efecto de la música en personas con demencia se realizaron a finales de los años 80. Ejemplos significativos fueron dos análisis de casos que abordaban las capacidades que conservaban algunos músicos, a pesar de la demencia que padecían.

Uno de ellos fue el estudiado por el neurólogo W. W. Beatty en 1988, en el que describe a una mujer de 81 años que conservaba una brillante habilidad para tocar el piano y era capaz de aplicar algunos conocimientos teóricos musicales, a pesar de las limitaciones que presentaba en el lenguaje, estado anímico, funcionamiento cognitivo, praxis constructivas e ideomotoras.
El otro ejemplo es el caso de un varón de 82 años con demencia, musicólogo y pianista, que fue examinado por el neurólogo Howard A. Crystal en 1989. Observó que aún mantenía cualidades para tocar en el piano composiciones previamente aprendidas; sin embargo, no podía recordar los títulos ni sus compositores.
Posteriormente, la investigación al respecto ha sido abundante, siendo la más reciente la del Instituto Max Planck de Neurociencia y Cog­ni­ción Humana de Leipzig (Alema­nia), que ha tratado de determinar por qué la música influye tanto en estos pacientes. "Parece que se confirma que las áreas cerebrales que reciben y guardan la música sí están protegidas del deterioro que se sufre en las enfermedades neurodegenerativas", dice Fátima Pérez Robledo, musicoterapeuta de la Fundación Alzhéimer España.
La intervención terapéutica con música incluye siempre una evaluación que analice el trabajo realizado. "Hay una serie de escalas de valoración que permiten ver si es cierto que la asociación de música conocida o familiar y reminiscencia se produce, es decir, cuántas veces hay respuesta del paciente al estímulo de una música, cómo conecta con su vida ­pasada y cómo es de real esa conexión, cómo se producen conductas de más tranquilidad y menos agitación, cómo se usa más adecuadamente la motricidad y coordinación de movimientos para bailar o responder en función del ritmo. También se evalúa la socialización, cuántas veces y de qué manera interactúa con las personas que está alrededor", explica Del Campo.
Guerrero añade detalles de cómo se realizan las valoraciones: "Lo que sucede en las ­sesiones se va registrando en fichas de valoración o seguimiento musicoterapéutico, y podemos utilizar herramientas de evaluación estandarizadas como el Sempa [Sistema de Eva­luación Musico­terapeútica para Personas con ­Alzhéimer y otras demencias] del Imserso para registrar la evolución en las sesiones y los cambios que se van produciendo. Siempre que sea posible y con el consentimiento de la persona o, en caso ­necesario, de la familia, se pueden filmar las sesiones para un posterior análisis y evaluación de las mismas".

Excepcional en la pública

El CRE de Salamanca es un centro público que incluye un departamento propio de musicoterapia, un oasis en un panorama en el que ­estos tratamientos son mayoritariamente aplicados en el sector privado.
"Hay pocos en la sanidad ­pública, aunque están empezando a probar por los resultados que se obtienen. Pero cuesta bastante, ya que no se dispone de financiación y prácticamente quien empieza de voluntario como terapeuta musical en un centro público acaba de esa misma manera. Se considera que es algo demasiado experimental", opina Pérez Robledo.
Del Campo apunta como otra ventaja de estas terapias el ahorro que podría suponer su integración como complemento a los tratamientos convencionales. También su carácter grupal hace que sean más asequibles.
"Es verdad que se puede hablar de una disminución de ciertos medicamentos que tienen que ver con la agitación y el sueño. ¿Sabes la cantidad de fármacos que toman y que no tomarían si se consiguiera disminuir los periodos de agitación por otras vías? A las farmacéuticas no les interesa este tipo de tratamiento, y van a hacer todo lo posible para que tengas que demostrar su eficacia". 

El documental Alive inside: a story of music and memory, dirigido en 2014 por Michael Rosatto-Bennett, muestra la experiencia de Dan Cohen, un trabajador social estadounidense interesado en los efectos de exponer a pacientes con alzhéimer a tratamientos con música.
Durante tres años, las cámaras siguieron a Cohen en su trabajo en clínicas y asilos para mostrar experiencias tan estremecedoras como la del despertar de Henry, un paciente de 94 años muy ensimismado al que escuchar música le hace recordar su juventud y le cambia hasta la cara.
O la de Denise, una paciente con ­trastorno bipolar que abandona el andador con el que se había movido durante dos años tras escuchar música.
"La música parece ser una invención cultural que hace uso de partes del cerebro ­desarrolladas para otros propósitos", dice el conocido neurólogo y escritor británico Oliver Sacks en una de sus intervenciones en la película. 

Fuente: diagonalperiodico.net




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